En un mundo de hombres, una mujer que ríe es vista como una mujer seducida, conquistada.
Aunque lo que más me preocupa es que, si me nominan, tendré que prepararme otro discurso y, aunque en mi carrera he ganado dos Oscar, tengo 14 discursos que también me preparé y nunca llegué a leer. Un día debería escribir un libro con ellos.
Se ha hablado mucho de lo hierática que era Thatcher, pero es que para ella la risa y el llanto estaban prohibidos. Que en su día Winston Churchill llorara resultó encantador, un signo de humanidad. Si ella hubiera llorado habría demostrado debilidad e incapacidad para regir los designios del país.
Nadie quiere ver a la gente mayor en pantalla. Son las personas menos valoradas, menos apreciadas, menos escuchadas y menos interesantes de nuestra sociedad, en parte porque nos recuerdan hacia dónde nos dirigimos todos.
Los estudios de Hollywood parecen empeñados en disuadir a la gente inteligente de que vaya al cine.
Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no le vuelve pianista.
Quien tiene claro cuáles son sus principios no los vende ni aunque le ofrezcan otros con más facilidades.
Salgo en tantas películas que se emiten de madrugada, que la gente piensa que ya me he muerto.
Primero elijo los grandes papeles, si no llegan, elijo los mediocres, si tampoco hay, hago aquellos que pagan el alquiler.