Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal, está en nuestras lágrimas y en el mar.
Aléjame de la sabiduría que no llora, la filosofía que no ríe y la grandeza que no se inclina ante los niños.
Aquel que te perdona un pecado que no has cometido, se perdona a sí mismo su propio crimen.
Aquel que filosofa es como un espejo que refleja los objetos que no puede ver, como una caverna que devuelve el eco de las voces que no oye.