El dinero no da la felicidad, ciertamente, pero tampoco es un serio obstáculo.
Enseñar es aprender dos veces.
La caridad es una virtud del corazón y no de las manos.
Nada que se consiga sin pena y sin trabajo es verdaderamente valioso.
La lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo.
Con el genio se inician las grandes obras, pero sólo con el trabajo se les acaban.
Si encomiendas a un hombre más de lo que puede buenamente hacer, lo hará. Si solamente le encomiendas lo que buenamente puede hacer, no lo hará.
La intuición de una mujer es más precisa que la certeza de un hombre.
Al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos siempre con la misma indiferencia.
Seis honrados servidores me enseñaron cuanto sé. Sus nombres son cómo, cuándo, dónde, qué, quién y por qué.